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lunes, 12 de septiembre de 2011

Son las tres de la mañana, tengo los ojos abiertos aunque quisiera descansar. Estoy más cerca de desquiciarme, de enloquecer, de gritar y romper todo que de quedarme dormida. Me gustaría cerrar los ojos y dejar de pensar en el dolor que me causa tu ausencia, el dolor que me causa que tus brazos no envuelvan mí cintura, el dolor al ver que tus manos se enredan con los dedos de otras manos que no son las mías y que tus besos y tus caricias no me pertenezcan. Ésta libertad, como la suelen llamar los solteros, es tan amarga y consumidora que siento que ya no la voy a poder resistir.

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